El dúo bien avenido entre Lucinda y Conor, alias Kamikaze Girls, debuta en largo con "Seafoam" (Big Scary Monsters), tras haber empezado en esto tres años atrás con aquella cassette homónima que ya empezaba a mostrar ese gusto suyo por el rock duro, el cual puede o no estar acompañado de tintes metaleros, pero donde a buen seguro no faltan unos vocales punk femeninos, y eso es lo que le concierne también a 'One Young Man', dando la bienvenida Lucinda casi en acústico al micrófono, poniendo la lírica referida a un robo a mano armada la alfombra roja al grunge, volviéndose a encender el extractor instrumental para quedarse sola, aunque ahora el tiempo se reduce por la entrada en el terreno de juego del metal, aunque los miedos vocales siguen ahí, rezagados entre ambos estilos con un toque eclesiástico que 'Berlín' despeja a base de guitarrazos en bucle, dejando que la reverb sentencie a muerte sus malas vivencias a punta de rock que apestuma power metal, dejando que el riot grrl se encargue de los tiempos de lamentación, propagando también su lucha disonante a través de 'Teenage Feelings', el cual logra terminar a tiempo la construcción del muro de ruido (cuando todo parecía que se iba a ir al garete por la falta de entendimiento a la hora de realizar el pago) que los permite mantenerse separados del mundo real con algo de stoner en 'Good For Nothing'.
'KG Go To The Pub' vuelve con una fuerza desorbitada y energías renovadas que hacen que no tengan miedo de nada ni nadie, revelándose también contras las injusticias, aunque estas no los toquen a ellos directamente, aquí con las tornas cambiadas, ya que, cansados de recibir todas las hostias, ahora son ellos quienes las dan, haciendo un llamamiento shoegazero de ello en 'Lights & Sounds', manteniendo la calma tras la tempestad como modelo para llegar a las masas y que no haya duda del mensaje, estando de acuerdo 'Deathcap', aunque las formas los pierden para volver a sus orígenes.
'Weaker Than' es el golpe definitivo en la mesa, con Lucinda manteniendo la templanza intacta sobre un escenario que solo le ilumina a ella y a su guitarra, esperando Conor y sus baquetas en la retaguardia de 'Unhealthy Love' para hacer un recorrido de ida y vuelta con los 90's como protagonistas, con la voz desgarrada por momentos para crear una impresión que cala muy hondo en los altares de 'I Don't Want To Be Sad Forever', poniendo el grito en el cielo contra aquellos que se desmarcan de la lucha por los derechos humanos, desquiciándose a la par que se pregunta aquello de a dónde nos dirigimos tal y como vamos.