Hace cuatro años desde un rincón de mi habitación descubrí "Cozy", una demo que hizo que ya no me pueda quitar a los loros aka The Parrots de la cabeza, violando mi condicional española para verlos en una ciudad del brexit, comprando sus 7", EP's, e incluso, desde Francia, el split con sus queridas Hinds en un Record Store Day donde Will Butler paseaba sus canciones en solitario, poniendo el culmen con la cassette "Live At The Social!", y ahora, "Los Niños Sin Miedo", su álbum debut, publicado a través de Heavenly Recordings.
El escenario es su hábitat preferido, fiel reflejo en 'Too High To Die', versión americana de sí mismos, con la bandera ondeando al son del ritmo que la voz y guitarra de Diego, el bajo de Álex y la batería de Larry marcan pacíficamente, hasta que el primero de ellos se salta las reglas para sacar su patriotismo años 50, lo que excita de sobremanera al resto, con especial atención al señor Balboa, el cual vuelve a su estado normal en 'Let's Do It Again', demasiado tarde a tenor del garage difuminado que se deja entrever entre el bosquejo que cuatro ciervas madrileñas ocupan al fondo, rasgándose el cuadro planteado por la voz rota del señor García, que extasiado cede el relevo al señor de Lucas en ese homenaje al trap fumado de su hashtag #WeedForTheParrots que es 'No Me Gustas Te Quiero'.
Saciando las ganas de materia prima marroquí que llevarse a los labios, 'A Thousand Ways' se centra más en la teoría del caos de unas cuerdas que se ven arropadas a bombo y platillo, las cuales no dudan en reverberarse para estar a la altura de Ty Segall, al tiempo que la buena mierda va haciendo efecto en 'Jame Gumb', flipándolo psicodélicamente en un viaje a matacaballo entre la realidad y los recuerdos del subconsciente, sin saber discernir cuál es cuál.
Acabar bien jodidos de la cabeza, que no de los pies, es a lo que aspira 'Casper', con un leve tintineo de rock del que sobresalen los gritos del frontman de la banda, el cual pierde los papeles cuando el blues de color negro invade la instrumentación de 'E.A. Presley', marcándose unos pasos de baile que parece haber coreografiado el mismísimo Benjamin Booker.
'The Road That Brings You Home' se mete en ese rincón interior, en modo trovador, donde los sentimientos se esconden, para sacarlos a relucir, con un tufillo de amor enrabietado por la derrota sufrida, con las cuerdas desajustadas para aparentar que se la suda, pero en el fondo, 'Windows 98' demuestra que el dolor sigue ahí, a lo que contribuye sacando la mierda en formato rudo y lascivo, bajando su ferocidad el tema que bautiza el álbum, mostrando su lado más desesperado, ese que los deja vacíos y rotos por dentro.