El último grito belga que ha llegado a mis oídos (gracias Plattenbau) es Ronker, cuarteto que despliega punk y rock, como armas arrojadizas ante el sufrimiento vocal y el emparejamiento minimalista de este con la instrumentación, llegando la destrucción masiva con ramalazos de energía post-covid a lo Soft Play, los cuales hacen que el micrófono esté a un paso gutural de sus mandamientos metaleros, ensuciando así un marchitamiento interestelar que estalla como un volcán en erupción cordal para convertirse en un clásico del Guitar Hero, lo que hace que metan el miedo en el cuerpo con su rebelión traicionera, orquestando una venganza sin cesar y abierta en canal para sacarse toda la bilis que llevan dentro, entregándose a unas aleaciones nítidas para acometer sus crímenes de juventud y quedar impunes por ello, como si de un tratamiento cognitivo empoderado de armas tomar se tratara.