IDLES - Brutalism

Joe Talbot, Mark Bowen, Lee Kiernan, Adam Devonshire y Jon Beavis, desvelan sus nombres ante el lanzamiento de su disco debut "Brutalism", escrito con mayúsculas y describiendo lo que uno se encuentra en él, resumiéndose en rock, garage, punk, lo-fi, reverberación y noise, todo ello llevado hasta el extremo maldito del hardcore, dando 'Heel/Heal' la primera muestra de ello desde sus inicios, al grito desesperado de terror de una mujer clamando su no rendición, y es que nunca hay que ceder a la presión, por mucho que un rearme nuclear se forme delante de uno a base de unas cuerdas que se mueven con la misma rapidez que Speedy González, ejecutando un ruido del que forma parten los coros made in Slaves que refrendan la voz punk y ruda de Joe, al estilo de la empleada por Urochromes, pero ejecutándolo como el que se cree trovador, (Sleaford Mods), contando historias cotidianas que a Death Grips no se le entienden. 

Los riffs de destrucción masiva dan paso a un trauma de infancia, ese con el que agobiaban al cantante con preguntas de reproche del estilo porqué no tienes un trabajo, una medalla, un grado académico, gusto por el reggae, etc., cuando hasta la reina podría dar el sí, pasándose todo ello por ahí mismo, volviéndose ese rencor en homenaje a su 'Mother', una mujer trabajadora que seguro que fue un punto de apoyo bastante fuerte, la cual murió durante la grabación del disco, quedándosele grabado a fuego aquello de que la mejor manera de asustar a alguien es ser y convertirse en un nuevo rico, aturdido por el tempo necesario de Lois para atar cabos sueltos, hasta que la acidez peyorativa vuelve a ser esparcida por el escenario.

'Date Night' vuelve a traer a los de Kent en su máxima expresión, al que suman el griterío de Iguana Death Cult, azotando Jon sus baquetas para encabronar más el ambiente, echando el micrófono espuma al tiempo que se autoinflinge contusiones varias, conteniendo 'Faith In The City' la barbarie hasta un punto de no retorno en el que se hace imposible no contagiarse de ella, lo que le ocurre a las estridencias varias de '1049 Gotho', juntando muerte y sexo en la depresión de un amigo, contado a través de la parte malvada de Anthony & The Johnsons, dejando que la jugada instrumental drible la esperanza de vida de gente como él.

No hay fiesta que se precie en la que Girl Band no aparezcan, elevando el daño de 'Divide & Conquer' a registros industriales, con un toque militar gracias unas cuerdas que tiran de estrategia de despiste para ocultar esos gritos inhumanos causados por su destrucción, desencadenante de haber caído en su (propia) trampa, jactándose los de Dublín en su puta cara, manteniéndose 'Rachel Khoo' en una pose de dureza que no se tambalea cuando muestran su corazoncito, bajando el nivel de sicarios hasta acabar aullando al cielo en la soledad, pausa antes de 'Stendhal Syndrome' y traer de vuelta esa manía suya de hacer daño e ir a degüello, con un kit de herramientas tal, que constituye un mero arsenal casi de juguete para los creadores de SAW, contando en 'Exeter' el número de víctimas mientras se suceden las celebraciones, y en eso andan los caballeros de la oscuridad, descarrilados por el rock, botella de whisky en mano, y como ellos mismos rezan, deben volverlo a hacer así una y otra vez, si quieren volver a celebrar, claro está.

Celebrar antes de tiempo puede convertirse en un arma de filo contrario al que uno desea, y eso es lo que le pasa a 'Benzocaine', que dejando supervivientes a su alrededor, ahora debe jugárselo todo a la ruleta rusa mientras de fondo suena un garage harcoreado que vuelve de nuevo para no irse nunca más, y como no está escrito que todavía les toque morir, su pistola no tiene balas, así que, quién perderá entonces? Ese alguien que indefenso, es pisoteado, humillado y vejado en 'White Privilege', como si de animales descontrolados hacia su presa se trataran, perdiendo la compostura siempre que pueden, con algún que otro remordimiento por ello en 'Slow Savage' rescatando para la ocasión un tono pianístico de funeral en el que es inevitable volver a recordar a quien nos ha dejado, solo pudiendo mostrar en los momentos más jodido un sufrimiento monosilábico.