Fat Sun son un cuarteto de Fort Lauredale (Florida), que acaba de editar su EP debut homónimo bajo el manto de Ghost Drag Records (Plastic Pinks, Timothy Eerie), poniendo más carne todavía en el asador de lo que supusieron sus tres primeros singles, recogidos con el nombre de "Teaser", donde el lo-fi de las grabaciones caseras salteaba entre el rock, los solos de riffs estratosféricamente largos y los 70's de alt-rock de bigote, donde también asomaban por ahí fuzz y una psicodelia vocal que no son seña de su identidad, recogiendo el guante 'How It Goes', canción a la que seguro procesa Björk dados esos paisajes cambiantes que viven gracias a las cuerdas de Preston Small y Jesus Arteaga a las guitarras, y Daniel Zerbo al bajo, no perdiendo la coherencia en ningún momento por obra y gracia de Franco Ruiz en la batería, añadiendo los guitarristas sus respectivas voces hacia el final del tema para calmar unos ánimos que empezaban a tensarse por la oscuridad instrumental que estaba cogiendo el tema, ayudando ellos relativamente, ya que la sensación de tener varias criaturas alrededor se acrecenta cuando se hacen cargo del micrófono, pero la música amansa a las fieras, y eso es lo que da la estocada definitiva, aunque algunos resquicios se perciben todavía en 'Mayor Burns'.
'Freda' se adentra en un terreno de amor sesentero que intenta llenarse de flower power psicodélico con unas guitarras que también aprovechan para tirar de romanticismo, todo para tener a la chica de sus amores, aunque más bien parece una declaración de amor de puertas para adentro, ya que de ahí para afuera todo son suspiros y miradas perdidas agarrando bien fuerte la carpeta con los apuntes, siendo 'Why Why' su versión adulta, algo más despreocupada y tirando de píldoras maniatadas de pies y manos para que el mensaje le llegue a su amada sí o sí, dejando la pasión para 'Hot Air', que se acerca más al country que al rock, con el micrófono en modo soñador con respecto a lo que son sus sentimientos.
'Sleeping Giant' se concentra en las estrellas para hacer una canción de despedida, guitarra española en mano, proliferando su vena de cantautores, volviendo su infancia con esos microsonidos que los acompañan por encima, recuerdos de campo y de ciudad que jamás se irán de la mente, sacando su yo más gamberro, el de la pubertad en 'Zig Zag Orange', oda a los tupés de Grease y las chupas de cuero, flipándoselo de sobremanera el micrófono con unos 'uhhs' que al final logran despertar a una banda que estaba rezagada al ostracismo, llegando al fuzz y el noise más descarados, pero cuya base rockera no desaparece nunca, una pena, ya que corta sus alas de sobremanera.