Los chicos de Connecticut nombrados a si mismos Mountain Movers, editan su LP debut homónimo para Trouble In Mind Records, con 'I Could Really See Things' siendo una vuelta al pasado en toda regla, con un minutaje ensordecedor que incluye una maraña de ruido construida a base de psicodelia, fuzz, garage y rock enfundado en vino añejo, de ahí que pudiera pasar perfectamente como material de Fuzz Club, gracias a esa historia que alterna picos de poder con los de jeringuilla en el brazo, lo que da para momentos de exaltación y momentos para estar en el fango más absoluto, siendo aquí el jazz el que los salvará de las pesadillas creadas por unas cuerdas que tienen nombre propio, Kryssi Battalene y Dan Greene en las guitarras, con Rick Omonte al bajo, uniéndose Ross Menze en esta aventura a los mandos de la batería, todo ellos culpables de que un halo de luz psicodélica se abra en 'Everyone Cares' entre la cortina de vegetación que tapaba el bosque frondoso de su predecesora, con los vocales de Dan todavía impregnados de una tinta de calamar que poco a poco se vuelve a hacer con el control de sus entrañas, echando un fuego corrosivo por los amplis.
En 'Intro' vuelven a hacer apología del sedentarismo en sus inicios, una mala costumbre que arreglan con el añadido de consistencia al micrófono a través de reverberación, vocales a dúo femenino-masculino, con la mordiente siendo interpuesta nuevamente por las cuerdas, artífices una vez más de soltar a los malos espíritus por los alrededores del muro de ruido no pagado por los mejicanos, y esos pensamientos suyos iniciales para 'Angels Don't Worry', los cuales siempre van abocados al mismo final de perpetuidad mientras hablan de no tener preocupaciones, pasando las suyas por su juego de dos voces nuevamente, actuando el jazz otra vez como base, dejándose acompañar de noise y fuzz, este último yéndose de madre lisérgicamente hasta que una barrera colocada por las fuerzas armadas los hace desalojar ante sus propias ganas de seguir así durante horas.
'Vision Television' hace un alto en el camino con una especie de interludio que intercambia golpes entre el country de rockstar definitiva y la dignidad de los vocales por mantenerse en pie en lo alto de la escala musical, guardándose sus florituras instrumentales para la segunda línea de playa, rugiendo salvajemente desde ahí 'Unknown Hours' para abrirse hueco, incluyendo chispas que casi logran volver asaltar la banca a través de la oscuridad de fuzz modulado, proveniente de unos riffs que asemejan su ácido al dolor de ese animal herido por la aberración vivida anteriormente, con un rock venido a menos formando parte también de un espectáculo que acaba con todos su integrantes en pie.
Foto de Hank Hoffman