Kommissars - Kommissars EP

El post-punk por bandera es lo que llevan Kommissars desde su Ontario natal, y más concretamente su guitarrista y vocalista D. Quail, el bajista K. Ormsby y D. Kelly, multifunción a medias entre la batería y el sinte, presentándose al mundo con su debut EP homónimo, cargándose los clasicismos más puros desde 'Color', donde un rock templado se contamina de un post-punk acelerado por el baile que transmite, al que el señor Quail va calmando el tiempo justo antes de sacar su versión más Preoccupations a las cuerdas, manteniéndose en un loop constante hasta la aparición de las letanías de 'Glass Maze', devolviendo el tema a sus orígenes ochenteros primeramente, para luego presentar fuzz y garage, como los credenciales que apuestan por la visión futurística del estilo, como ya hicieran en su día Confirmation, Lød o VICTIME.

'Order' aleja la instrumentación de la cueva oscura de su predecesora para llevarla a ese momento exacto de velocidad endiablada en el que uno pierde la perspectiva del estilo que le estaba dando de comer, sin llegar al noise, pero levitando casi casi sobre él, gustándose por la locura ofrecida, secundada por otra horda de movimientos inverosímiles que tienen su descanso, más que merecido por cierto, en 'Sensation', abriéndose paso la guitarra por entre los lúgubres momentos vividos hasta haber hecho posible que todo esto viera la luz, celebrándolo con una tercera, e incluso cuarta, ronda de acrobacias imposibles instrumentales sobre una base que se alimenta solo de electricidad, en su primera visión de los hechos, desapareciendo para que sea el bajo el que tome el mando, haciendo caso omiso de su tiempo e inmiscuyéndose en los entresijos de 'Unease', lo que hace volver a la banda a los orígenes del estilo, ahí donde el líder de Joy Division, Ian Curtis, se coronaba sobre el escenario dando su propia versión bailable de los hechos, con una coreografía que volvería a repetir con mucho gusto si se levantara de su tumba, incluso esa parte donde todo se desfasa a contraluz de un ruido escatológicamente perfecto.


Foto de Shawn Kosmo