Big Heet son un cuarteto de Florida que arrasó con su primer álbum "On A Wire" a finales del 2017, y que para rematar la jugada, han decidido sacar un par de temas que quedaron por ahí sueltos, bien avenidos en "Suffocation", conteniendo un grado de hardcore-lo-fieado que, con respecto a los que debutaron en largo, estrellan su sonido contra una pared de la que solo se libran los vocales sedientos de punk, aunque si uno rasca la superficie, es capaz de apreciar melodías que no juegan al tuntún, sino que juntas alimentan la carga de poder que se espera de alguien que es capaz de vivir en el mundanal ruido, síndrome de Diógenes sonoro que toca techo cuando al micrófono se aprecia un tono teen que da bastante repelus.
El rollo catatónico guiado por ramalazos vocales de un David Settle que muta en Joe Galarraga, son los comienzos de 'On A Wire', el tema homónimo al disco y que abre la veda dando un respiro de calidad a sus canciones, estas pasadas por el estudio, donde huele a metal gracias a la propia guitarra de David y la de Josh Paul, el bajo de Geoff Perkins y los baquetazos de Ronnie Francisco, sobresalientes estos últimos en una 'Flint' que corre a contrareloj para que el desfase cause mayores desgracias en los cuellos de los asistentes a su obra, con unas subidas cordales que se cortan en lo más alto para no caer en lo fácil, de ahí que 'Yellow Badge' muestre su cara más ruda y antipática, antes de volver por unos fueros bien conocidos por ellos en 'Suitandtie Skin', descalabrando su sonido en esos momentos en los que la descoordinación es un mero espejismo que está calculado hasta el más mínimo detalle.
Las continuas explosiones de sonido se digieren mejor cuando les apadrina un fuzz demencial, retratando 'Conversation Paranoia' con pincel fino el sentir de la generación de los 80's, echada a la calle para descargar su ira contra un 'Mirror' resquebrajado por los palos a la juventud de aquella época, sufriendo a un volumen mayor cuando la opresión hacia mella física en ellos, tomándose su venganza con 'Failure At Work', la cual empieza muy sumisa, pero enseguida toma su papel de ama y descarga todo su frenesí como si de Big Ups se trataran, suficiente para inmortalizar la figura de 'Incomplete', cambiando el rollo por un sentimiento de nostalgia noventero que no encaja con las diez piezas del puzzle aquí mostrado, desfasando demasié con una 'Digital Age' que igual debería bajar sus revoluciones y hacer así la cama a su antecesora, como ocurre en 'Personal/Political', reviviendo de sus cenizas para hacer frente a la oleada de riffs catatónicos que rescatan la electricidad de base para volver a sentirse vivos, engranando los vocales nuevamente el punk distorsionado que muere en lo alto de su década prodigiosa.