Nueva Zelanda pilla un pelín lejos geográficamente, pero musicalmente es como si estuviesen aquí al lado, con The Rothmans ejerciendo de padrinos de un sonido que ejecuta un rock capaz de sacudir los cimientos del hardcore, garage, post-punk y punk, este último vocalmente hablando, en hasta el momento dos entregas, los EP's "Astra 2000" y "A.S.L", ambos publicados via trace / untrace records, donde Robert Wilkinson y Johnny Mann se explayan a la guitarra, con el primero también poniéndole voz al proyecto, Tom Monaghan al bajo y Mitchell Innes a la batería, pintando la escena oceánica de un color rojo sangre por el pogo instantáneo saltarín que desprenden temas como 'Sluicings' o 'Sacrificial Dance', dislocando cualquiera de ellos los cuellos de los asistentes a sus directos, gracias a los desvíos emocionales de los estilos que se van alternando dentro de cada unos de los temas que corresponden a su discografía, mostrando un sentimentalismo que rompe en noise instrumental como apoyo logístico a 'Eddies', y que en 'Kingsway' sigue com la misma caída libre sin que 'Opal Astra', por mucho que en sus inicios llegue a acordonar los pensamientos en una región del cerebro para actuar instrumentalmente en las otras, pueda hacer nada por salvarlos de la quema emocional destructora en la que les ha metido la vida.
Estallido Big Upsariano vocal para una 'Omakau' a la que se le considera ser la precursora de su trastorno bipolar, especialmente por el uso de unas altas frecuencias que no ayudan a que la capacidad mental se tome un respiro, menos aún que 'Wavelength' la vacile con un respiro cuyo entramado sonoro deriva en una catarsis producto de su imaginación, distinción que la propia 'A.S.L' honra aumentando el grado punk al micrófono, algo a lo que no hace ascos 'Holstenval', reclutada en el mismo cajón del que salieron shame en su día, poniendo 'Roaches' una tranquilidad relativa, consecuente para irse en paz hasta la siguiente entrega, con unos 50's que entran en conflicto con la parte más dura del rock, forma imbatible de rebatirles nada.
📷 Sara Hewson