Como parece que les ha sabido a poco la experiencia, han querido que nadie se quedara con ganas de más, de ahí el remix a cargo de Wayne Adams (Big Lad / Petbrick) del primer tema, haciéndose eco de una versión descontrolada de Crystal Castles en torno a un drum'n'bass despectivo y acelerado, que viene a inflingir el mayor daño posible a base de ruido industrial, sinsentido que no va a cesar en su empeño de mostrar su vertiente más peligrosa, adulterada esta cuando los modernos de la tecnología pasean su 'Ctrl' por el álbum, cuyo speech evangélico de promesas infundidas y éxitos que nunca llegan, se traduce en un pensamiento alejado de la letanía con la que se supone que le deben a educar a uno, pereciendo debido a varios desencuentros instrumentales bienaventurados que aguantan bien los golpes, llevándoselos a su terreno para responder con aquello de 'ojo por ojo y diente por diente', y es que su alma está más ennegreciada que nunca.
72% / Modern Technology - Drowning In A Sea Of Bastards / Lorn
Los splits siempren son una apuesta arriesgada en la que un grupo puede llevarse el gato al agua, pero no aquí, ya que 72% y Modern Technology acaban en tablas mientras exacerban el noise rock, post-metal, punk, garage, fuzz y otras tantas etiquetas que podría escribir y que harían justicia a cada uno de los cuatro cortes que nos ofrecen, compartiendo 72% la conexión de ambas bandas en 'Drowing In A Sea Of Bastards', ya que si, escuchando a Modern Technology, uno piensa que el fin del mundo está próximo, entonces oír al trío de Northampton, es la carga con la que ejecutan sus pasos de baile atmosféricos más depravados, acomodando estos su estratagema al hardcore punk vocal que azota su Gotham personal, lleno de destrucción masiva, resquebrajamientos, mentes enfermas pero a su vez voluntariosas, por aquello de hacerse con el control de un estudio en llamas, en el cual se sienten cómodos los de Londres, quedándose hasta que las brasas de 'Lorn', cuyas gaitas escocesas iniciales dan buena fe de la compulsión detonadora del llamamiento a la orden de sus principios emocionales, navegan por un mar de diásporas metaleras que acumula cadáveres a su paso, entonando aquí una electrificación degenerativa que auspicia más el sufrimiento, proveyendo al sistema nervioso de un ataque epiléptico perfectamente conjuntado con el ritmo incasdencente de esos riffs maquiavélicos que piden sangre a su alrededor.