El mini álbum de Vaermina, "Tantrum", via Sleep Paralysis Records, decanta que 'Sally's Song' nos empiece a poner en antecedentes, instrumentalmente hablando, con las cuerdas del bajo de Orazio trayendo los primeros acordes del fin del mundo, intentando Caitlin al micrófono pintarlo mucho mejor, así se las gasta la ironía, la cual desaparece al hacer acto de presencia 'Real Panic', cosplay vocal de la cantante para cuando se ha quitado la careta y muestra su verdadero yo, loqueando con un sci-fi psicodélico que atrae a su ser el vil metal más preciado, cayéndole encima un breakcore asustadizo al rodearse de 'Friends', ya que no da el golpe definitivo sino que campa a sus anchas para hacerse notar y que nadie le tosa encima, permitiendo que debajo de su manto de oscuridad se dé un aura de experimentación venido de un teclado vampírico, alcanzando el cénit junto con sus secuaces cuando se muestran lo más destroyer posibles.
Sin tiempo para 'Cries And Whispers', por muy orgánico-navideños que estos parezcan, dibujan la realidad a través de una industrialidad que atesora un grunge en su haber, el cual acaba de canonizar en 'Seven Year Itch', magnificada y empoderada por el estilo de So Pitted, aunque sus ganas de mosh pit se manifiestan en una luz de garagismo istriónico que da alas al tema, enganchándose a un post-rock de mirada perdida que turbia sus responsabilidades al alcanzar 'Blood Clots' sus cotas más cruentas, protagonizando una lucha interna encarnizada que cubre la cara de sus protagonistas de un rojo embelesado por un jazz empírico que aumenta la líbido de su fulgurosidad, reconviertiendo su propuesta en un noise compensatorio de las emociones aquí vividas, recibiendo una 'Irish Blessing' con la que vuelven las 'Butterflies' a su estómago como si de Benjamin Button se tratara, lo que les permite volver a su estado más primario antes de cerrar el círculo de la vida mientras repasan lo que ha dado de sí estilísticamente, hasta que el círculo negro del upside down los entierra para siempre.
📷 Bertek Korenek