Los B Boys debutan en largo con "Dada", movimiento artístico que Captured Tracks se encarga de publicar y cuya vanguardia se extiende por los tentáculos de 'Anthem' y ese rock que se contonea por aquí y por allá para engatusar unas vivencias en primera persona que necesitan de la calma de la instrumentación, pero a la vez de la locura de la reverberación y los vocales, a lo que la seriedad del garage parece no ayudar en a 'Another Thing', planenado sobre lo que aparentemente nunca iba a ser dream-pop, de ahí que los mantras soñadores cubran los riffs tanto de la guitarra como del bajo, de los cuales sobresale un shoegaze con el que provocan que 'Discipline' altere su sangre por obra y gracia de las bajas frecuencias heredadas, siendo un efecto colateral eso de que la lírica necesite bajar al undreground para sentirse todavía más vivos, estrés cuya factura va a nombre de 'Psycho (Still)', donde por alguna razón desconocida, la relativa relajación vocal encaja con el desmadre interplanetario instrumental, que da paso a la realeza de 'Flatlands', donde el trío se convierte en los Sleaford Mods de la gran manzana para revitalizar la escena con cada golpe de batería y un encefalograma plano de ritmo continuado que pierde su virginidad a cada paso adelantado de 'Distance', la cual es más bien corta, pero capaz de hacer emanar un sudor atópico cuyas feromonas se esfuman igual que han venido.
El subidón instrumental da paso al vocal en 'I', el cual envuelve las pretensiones de shame y Eagulls en un vendaval cítrico cuya acidez es la gravedad cero de sus hormonas, originando a su alrededor un regadío garagero cuyo cultivo de marcha militar refrenda los quehaceres de un post-punk encerrado en la humillación, sufrida por una 'Energy' que les saca la lengua y les tacha de barriobajeros, nada más y nada menos que por enfrascarse en la estética punk ochentera, con la chupa de cuero colgando del hombro, y que tras su paso, todo estalla al encontrarse uno frente al otro, respetando el fuzz el combate del siglo, el cual ya tiene como caballos ganadores a las cuerdas, estirando éstas el chicle lo máximo posible para llevarse de calle todo el protagonismo, concepto que si '1 2 Reminder' tiene en cuenta, lo lleva muy adentro, ya que solo es capaz de exteriorizar una pena debido a extrañar su vida inmediatamente anterior, eso o que están guardándose las fuerzas para asestar el golpe final, algo que 'Fade' y su parloteo secundario obvian con el fin de no dejarse eclipsar por la pesadumbrez de llevar la carga del post-punk de Warsaw al límite del reglamento en el juego de The Fall.
Tiene que llegar 'Fear It' para soltar las bombas de racimo que ya se sabía que tenían por ahí guardadas en la recámara, dejando la conjuntivitis china final de su antecesora para sacar los tanques y su furia interior, enfrascada en un juego de cuerdas maléficas que 'Time' rebaja para poder respirar hondo y soltar adrenalina antes de caerse por el principio de 'Walking' y ese grunge lo-fi que garagea la dulce tarde de verano que se ha quedado y que tiende de fondo el horizonte de Central Park, paisaje perfecto para el entendimiento de las emociones como un camino largo por recorrer, ese que aquí los neoyorquinos han utilizado como terapia de choque.
📷 Daniel Topete