El debut homónimo de Margaritas Podridas en cassette, via Cintas Mexico, añade una mordiente más a todo lo que habían presentado hasta ahora, mancillando 'Pétalos Mordidos' un dream-pop psicodelizado que reverbera a cada paso que da la lírica, contactando con una suerte de Rats On Rafts genuinos que invoca la dirección a seguir por los mexicanos, aderezada esta en 'Púrpura' con un shoegaze vívido de experiencias que apuesta por la erupción de las voces entremezcladas de Carolina Enríquez y Esli Meuly, bajista y guitarrista, respectivamente, alcanzando ese grito sórdido de Bully o Dilly Dally, con el que alcanzan un ruidismo que se desmorona con la primera impresión del mismo, obra de Rafael Armenta (guitarra, sintetizador y batería) y Alfonso López (guitarra, voz y batería), grungeando la cosa al inmiscuirse 'Margaritas' en sus plegarias, alcanzando su nirvana todos a una al sumarse el fuzz y el garage a su propuesta axonométrica, visceralidad que se aloja en la sien de 'Wow', de ahí que su respuesta sea a cámara lenta y vague por el universo sonoro con una electrificación añadida que promete ser su siguiente ojito derecho.
'Parabrisas' toma la alternativa dando la campanada al abrasar todo aquello que habían desarrollado, dejándose llevar por la emoción antes que la razón, angelizando al micrófono una barbarie que nos deja con la miel de Wolf Alice en los labios, mientras el 'Interludio' poetiza con una pose gratinada cuya pinta acaba en la 'Ceremonia' de consagración, ahogando las penas en la noche de San Juan, corriendo su fuego interior de lado a lado, al tiempo que 'Estrella Madre' toma cartas en el asunto y así llevarles al sitio que con tanto ahínco han buscado, revelándose las cuerdas para impugnar la relajación a la que se están viendo sometidas, por mucho adorno navideño que destilen, guardándose su canto de sirenas para 'Celeste', toma de poder alucinógeno que les lleva a un punto de no retorno en el que su fuerza mental acaba con las posibles interrupciones, acabando su trabajo para arrinconar sus pensamientos en torno a un déjà vu en el que Ximena Sariñana parece elevarse ante los últimos coletazos de un bedroom-pop malherido.