VICTIME - En conversation avec

El LP debut de VICTIME para Mothland, "En conversation avec", sitúa al trío de Quebec en un híbrido analógico-digial en el que 'Pleine conscience', se arma de un tribalismo encadenado a unas baquetas endiabladas, con las que desarrollan a su vez una distopia distorsionada de su propia realidad, conviriténdose en un invento del diablo, el cual se mueve en torno a un post-punk resolutivo que amanece en la oscuridad de 'Un beau spectacle', cuya búsqueda del nirvana afrancesado es tramitado por una sucesión de encantamientos y rituales enfundados en llamadas de sirenas a las que prestar atención de forma irremediable, un espejismo electrónico que dibujan estando despojados de sus plenas facultades, lo que obliga a 'M.A.' a intervenir, sacando a relucir una ametralladora, que somete el tema derramando una bondad evocativa que se retuerce en un mundo alterno que nombra sin quererlo a Forest Swords y Kim Gordon, siendo su destino el desierto de luz y sonoridad que es 'Ces ruines', con el que bloquean los chakras y los ralentiza en torno a una imposición selectiva de jam sesión embebida en romper con lo establecido.

'Collage' sigue la senda de ese golpeo inmersivo que reproduce fielmente la locura de un horror vivido en primera persona, VR de manual que cotiza al alza especialmente al depurar ese estado de picadura mortal de abeja en el que se encuentran, escapando de ella 'Résonne encore' a través de un ritmo que abraza el techno minimalista por donde pasa, ya sea a plomo o conjugado en un arameo que todo el mundo entiende, por lo que manejan entre sus manos una obra de arte abstracta en el sentido figurado de una Björk que muda de piel para que todo sea oscuridad de fondo reverberaba, y que se produce de forma ajena a 'Faire la matière', proporcionando un drum'n'bass capitalista que navega por una marejada encorsetada al toque grunge del afilador de cuchillos que, en 'Régicide' , instruye en la llamada ancestral de los dinosaurios, perdiéndose esta en un baile de sombras embrujadas que sale del cascarón de terror en el que andaban metidos perdiendo la razón desinteresadamente o por 'Figurine', ajusticiamiento poético donde el ruido, tocado con precisión metrónoma, es el absoluto protagonista hasta que en última instancia, se apodera de él una soledad perenne, la cual obliga al apretón de manos quirúrgico con el tema que da nombre al álbum, cuya ostensible excitación muscular, entabla una tensión con el alma que habita en él, asomándose de forma eclesiástica a unas arenas movedizas condenadas al ostracismo más presuntuoso.