ILL - We Are ILL

ILL ponen de manifiesto su trono vampiresco con su álbum debut, "We Are ILL", a través de Box Records, donde una vieja conocida, 'ILL Song', empieza a promover los nueve mandamientos de la brujería, explicados mediante la locura de las cinco poseedoras de unas escobas instrumentales, que aquí utilizan la magia del 'Squeeki Tiki' de The Coathangers, para mimetizarse con la psicodelia de su punk vocal, el cual es ese director de orquesta que va otorgando vida a cada instrumento en el preciso instante en que éste debe centellear, a excepción de la batería, manejada por Fiona y la cual asoma por el micrófono de forma continuada como teniendo prisa por despachar el que fuera su primer single, y dar así entrada a 'Space Dick', fitness de estudio a ritmo conjunto de NOTS y Shopping, que se basa en la emboscada espacial del Arkanoid, aquí con el feminismo lírico en su disparadero, otorgándose en él una fantasía sexual de la que también ellas disfrutan, ejecutándolo en formato chascarrillo de normalidad, a la que ya deberíamos estar más que acostumbrados, y que sigue su curso con 'Stuck In A Loop' y su moralidad alejada de los prejuicios, cuya coreografía grupal de finales de los 80's reza aquello de 'correr hacia ningún lugar, una y otra vez', antes de teñirse de un sudor que coquetea con el rigor mortis de la seriedad, todo con el fin de que sus proclamas no se vayan por el retrete.

'Bears' coquetea con el post-punk, con el bajo tomando el control para riffear por las paredes anti-sistema construidas a base de un condimento fuzzero que contamina una lírica irreverente y que vuelve a ser utilizada para sumar los adeptos necesarios a su causa pro-animal, donde la seducción Mansonista está pintada en sus caras, cautivando con ello a 'Bus Shelter', en donde se sueltan la melena mientras se van pasando el micrófono las unas a las otras, adoptando en algunos momentos un tono nasal neutral, rollo Max Levy (King Of Cats, Garden Centre), que cuando se mezclan entre sí, resulta exasperante para una instrumentación que sufre de estrés post-traumático, del que se lucra la torre de comunicación fuzzera, un habitual ya de sus entrañas, aunque también sabe echarse a un lado cuando la pureza industrial de 'I Am The Meat' va instaurando un encendido y apagado de luces, que coincide con un movimiento vegano con el que denotan el miedo al que se ven sometido las víctimas, hostigadas hasta la perpetuidad por aquellos cazadores que rastrean el terreno a cada segundo, sucumbiendo 'Slithering Lizards' a sus encantos, teniéndose que levantar, a duras penas, a pesar de la situación de inmovilidad obligada, rompiendo las cadenas del cáncer emocional al que están sometidas  a través de una Savages que se van encaramando instrumentalmente a los Beekeepers, los cuales dejan su rastro en esta acción díscola de fuzz que coge los nervios de la misma para superarlo, mostrando en su hipotética segunda parte, el factor revolucionario que estaba cegado por la primera, atentando con un punk vocal que garagea hasta acabar con la oratoria organista de la familia Addams.

Después de la sacudida mental, toca resarcirse con una actuación por parte de 'Power' en donde el factor sorpresa sea la clave, libre de pensamientos que juzguen sus acciones, no habiendo mejor forma que conjugar las altas frecuencias del rock con el desasosiego depresivo que otorga el vaivén del muro de las lamentaciones, desgarrándose por dentro hasta que 'Hysteria' se hace cargo de ella, sacándola del cubo de trash setentero en el que se habían metido, para atenerse a la locura más convencional jamás vista, condimentada en fragmentos como 'When do you get married' o 'Mother hero', comuna hippie mental de la que su instrumentación se propone como salvadora.


📷 Nigelmaitlandphotography