Pigeon - Pigeon

Pigeon vienen de Berlín dispuestos a poner la escena underground con lo que hoy es ya su álbum debut homónimo, distribuido por Black Verb, Antena Krzyku y Dunkelziffer, abriendo con una lección de ruido la polifacética '/', aviso de cara a la galería del aguante que va a ver que echarle al resto del disco, asomando por sus entresijos 'Gaping', la cual empieza con una especie de versión metalizada de U2 y su 'Vertigo', rebosando una industrialidad dura de roer a la que se le suman elementos desollinadores, esteroides y malformaciones de fuzz, que hacen engullir cualquier posible amalagama de mainstream que se aleje de Girl Band, basando en las cuerdas su apología a una violencia que esconde en su interior las descargas eléctricas líricas con las que Show Me The Body ejecutan a sus rivales, damnificándolos instrumentalmente 'Couches', descontrol en vías de desarrollo que aprieta la reverberación vocal militarista de alegatos congruentes, que se entremezcla con una oscuridad que no descansará en paz hasta haber visto su experimentación amolada sobre materiales preciosos finiquitada.

'Ex Pressure' saca la tabla de skate a pasear en un formato degradado por las chispas de su roce con el metal, que amenazan con declinarse de forma neutra y estallar, lo que añade más pólvora a una situación que parece predestinada a darse de bruces a ritmo de pogo, superando a sus mentores irlandeses al buscar con ahínco la perpetuidad extrema a través del fraguado a fuego rápido de la mayor de las condenas jamás habida, la soledad, sobre la que se asienta 'Step', y sobre la que 'Nizza' basa sus inicios, en una serie lógica de frecuencias hertzianas increscendo que se muestran tranquilas en las formas, cómo dándose cuenta de que si continuaban como anteriormente, estaban predestinados a encaramarse a lo más alto de la trageda, así que con pies de plomo, se mantiene sobre un rock que tiene algo de cosquilleo fuzzal y al exponente de George Mitchell (Eagulls) al micrófono, hasta que el demonio le va comiendo el terreno al ángel que se aposenta sobre sus hombros, y la situación va degenerando en una suerte setentera que acerca a HONEY a 'Tiny', a través de unos riffs envalentonados gracias al buen hacer de METZ y Bo Gritz, provocando un rearme nuclear de proporciones bíblicas que se infartan al rasgar las cuerdas como solo DIIV saben hacer, transportándole a uno a un estado mental que los de Ontario aprovechan para hacerlo polvo.

Paradas en el camino como 'Rail', hacen sobresalir al sinte para que su presencia sea más que notable, saliendo de la cueva en la que parece estar metida, al igual que 'Lower' hace con su parte más Bad Breedingiesca, la cual cruza la línea del mal definitivamente, mientras van forjando sus armas a fuego lento, dejando que las alarmas se disparen sin ni siquiera haber asestado su golpe final, el cual ceden a 'Kinn', alargándose en el tiempo con unos festejos que se retuercen con el talante del que prefiere vivir alejado de los convencionalismos, para centrarse en brindar con cristales rotos que van cayendo sobre ríos de sangre más propios de Hannibal (la serie), escudriñando un jazz baldío final que descubre una nueva careta que no quiere dejar de mostrarse como es, posponiendo al máximo posible esa forma de vida final aka noise putrefacto venido del subsuelo digital que es 'Plunge'.