Gilla Band - Most Normal

El cambio de nombre de Girl Band a Gilla Band no implica ninguna afección sonora en su álbum debut bajo este pseudónimo, "Most Normal", via Rough Trade, retumbando 'The Gum' ante el foco industrial de sus particiones radiofónicas, enfrentándoles a un espejo maldito en su particular película de terror,  oscuro manto instrumental que le envuelve a uno en una vorágine de aflicción severa con consecuencias hospitalarias del tipo 'Eight Fivers', volviendo así a sus pretensiones claustrofóbicas habituales, con Dara Kiely embelesando al personal con su habitual spoken word entre una nube de ruido pedalístico venido de las cuerdas de la guitarra de Alan Duggan y el bajista Daniel Fox, poniendo orden baquetílmente Adam Faulkner cuando 'Backwash' se lo permite, entonando una serie de idas y venidas de tesitura más cercana al malestar, por aquello de sentirse uno enfermo y no en sus cabales, apuntando directamente al cerebro en una segunda parte redentora, psicodélicamente hablando, siendo 'Gushie' su banda sonora paisajística particular, interludio para relajar cuerpo y alma hasta que en Stranger Things gana el malo.

'Bin Liner Fashion' tira de batucada para que su enfado lírico ebullicione hasta hacer saltar una alarma en la que el vocalista vomita sapos y culebras de punk contemporáneo mientras el resto le engulle, no al nivel de 'Capgras', pero eso es harina de un costal en el que nunca se les había visto así de hardcore y lo-fi, bonito homenaje a los excesos de la sobrecarga, algo que se podría suponer la sanación de una herida abierta cuya calma parcial se transmite en el loop underground de 'The Weirds', adjetivo que habrán escuchado más de una vez, pero que les sitúa en una posición casi religiosa que echa las campanas al vuelo antes de poner su propio piloto automático en un metraje de expansión sensorial que reverbera, se delaya y echa humo por entre la locura hasta que su cuerpo dice basta, siendo su encefalograma plano a 50 Hz el que responde, ya que 'I Was Away', interpreta una balada armamentística de estridencias sonoras venidas de unos riffs que nunca les abandonan, ni sus filtros, que llega a convertirlos en un holograma de si mismos, un 'Almost Soon' de realidad virtual que se pone sentimental, en modo post-punk de altas frecuencias, al que rápidamente tapan la boca con su peculiar caballerosidad, estilo corrompido por 'Red Polo Neck', una versión experimental de los varapalos que le ha dado la vida a Toro Y Moi, entremezclándose con la visión propia de lo que para ellos sería el jazz, o el cine si hablamos de 'Pratfall' y esa definición suya de hacer de los errores algo atractivo, último golpe de efecto, compartido electrónicamente con Animal Collective y analógicamente con Preoccupations en 'Post Ryan', marcándose un último baile para terminar de hipnotizarnos, si es que todavía hacía falta.