Trust Punks - Double Blind

Los neozelandeses Trust Punks debutan en largo para Wharf Cat Records con "Double Bind", un álbum cocinado al fuego que marca el post-punk, punk y rock que Paul Brown, Alexander Grant, Liam Powell, Joseph Thomas y Maté Vella llevan en su sangre, con 'Paradise/Angel-Wire' marcada por la dirección de Eagulls y Lunch, manteniéndose en alto gracias a la instrumentación y a la acidez de unos vocales que en consonancia, van entrando en una depresión, orquestada por la confrontación consigo mismos, en contra de nuestra voluntad.

Con el ritmo por lo suelos, entra en escena 'Good Luck With That', la cual no está para florituras ni para aprensiones mayores que la de buscar acción pura y dura entre el fuzz y el garage espacial made in NOTS que acaba con las existencias de arena, llegando 'The Reservoir' para dar otra de cal, recreándose en el calor agobiante del verano para soltar una carga que se derrite ante el xilófono que convierte su discurso en un pop elocuente al que la oscuridad de su propia sombra lo persigue.

'Half The Way Down' energiza el ambiente mostrando el poder de sus guitarras, fuzzeando entre los punteos de las mismas, creando un ritmo a medias entre el decaimiento sintomático del muro de Berlín y el levantamiento de las normas que los permiten desfasar, mostrando una vulgaridad al micrófono que 'Double Bind', con la oscuridad de su piano, aprovecha para meter el dedo en la llaga, decorando el viaje 'Leaving Room For The Lord' con la decadencia en la que Kurt Cobain se muestra más cómodo, donde el grunge sale con fuerza de las cuerdas vocales a medias entre Alexander y Joseph, contoneándose ambos como si fueran el mismísimo Iggy Pop, ante la atónita  mirada de la audiencia que los contempla.

'Pig' sigue con los bailecitos sexuales, esta vez acercándose a la instrumentalidad que el reloj de TRAAMS va marcando, matizando la batería el ritmo al que los cuerpos deben dar cuentas, alcanzando un punk que las neuronas de 'Lawrence' interpretan como una oda a la desincronización, llamando 'Riding It Out' a la puerta de Big Ups, sin alcanzar el nivel psiquiátrico que Joe impone al micrófono para los de Brooklyn, aunque con la oscuridad de Marilyn Manson por bandera.

'Benetah The Commons' arrastra la locura que poco a poco se ha ido erigiendo anteriormente, mostrando un pop a dos voces, con el único acompañamiento de la guitarra eléctrica, cantado a primeras horas de la mañana tras una jornada de fiesta, como salvaconducto a una libertad abnegada, remando en el mismo sentido de la corriente que Björk marca en 'Bank Of God' para poco a poco ir recuperando las sensaciones últimamente perdidas, cuyo encuentro más explícito es el marcado por el destemple de la instrumentación con sus archifamosos cambios de ritmo, tejiendo una tela de araña a modo loop psicodélico en el que cualquiera se ve atrapado.