La tierra de Preoccupations y Kommissars, Calgary, suma otra banda, Brain Bent, presentando directamente lo que es su EP debut, "Obligatory Icebreaker", siendo 'Panic' la maestra de ceremonias, estado revolucionario en el que Joanna Iles (voz y sinte), Nathan Iles (voz y guitarra), Travis Midwinter (voz y bajo) y Gus Rendell (voz y batería), entran por causas naturales tras hacerse realidad su propia película de terror, la cual quieren abaratar de cualquier forma, incongruencia donde el rock garagero se desata a imagen y semejanza de los 70's más crudos, llegando el pico de su estado más psicótico cuando los vocales femeninos pasan a manos de los masculinos, entrando ambos a la vez en un estado catatónico al que 'Consequence & Reward' rebaja la euforia poniéndola contra las cuerdas, estás en alto para entrar en el terreno militar que la repetibilidad de movimientos y de título al micrófono requiere, en una atmósfera lo-fi para acercarse a la versión más sierva de Slaves, haciendo sonar a su alrededor un post-punk tensionado para no perder la postura recia demandada.
El camino disperso del cuarteto hace que 'The Upload' siga teniendo la magia del sonido sucio de su antecesora, tomando el mando un sintetizador que emula a NOTS pero que es capaz de desperdigarse en un punk de ataques desconsiderados a dos voces, en donde el speech es pura verborrea del desamor hacia la vida, mostrando esa dolencia, a veces cardiaca, un interior capaz de guarecer la mayor de las venganzas alucinógenas y tergiversarais jamás existentes, sacándose sus riffs electrificados a pasear para soltar una adrenalina que necesita convertir a la guitarra y el bajo en instrumentos de corte histriónicos, levantando una polvareda sci-fi que deja de tener su continuidad en 'Emotional Scientist', de la que se hace cargo en sus primeros instantes la Familia Addams por aquello de albergar una letanía experimental sintética forjada a base de conformismo, aunque la ira, la tristeza, la felicidad, la manipulación,... toman la sartén por el mango y aquello se convierte en la pista de baile perfecta en la que reventarse el cuello y poner la chupa de cuero perdida de sangre, propia y de Ty Segall.