Dicen que segundas partes nunca fueron buenas, tendencia que rompen Viagra Boys en "Welfare Jazz", via Year0001, disco de descarga emocional en el que, atendiendo a razones líricas, sus pensamientos se adelantaron a la melodía para su composición, atrapando 'Ain't Nice' dicha efeverscencia al hacerse con el subsuelo de su Estocolmo natal, garageramente hablando, mientras se muestran como boxeadores rebeldes a lo shame, resoplando el bajo una llamada intergaláctica que se pierde en el horizonte de 'Cold Play', interludio en el que Oskar se marca un solo más propio de Murphy Encías Sangrantes, calentamiento cuya explosión punk recoge 'Toad', contenedora de una electrificación interna que aulla al son de la luna llena y de un rock'n'roll setentero en el que ellos mismos se bastan para llevar su vida como quieren, algo refrendado por la pose sobre el escenario de Sebastian como Ian Curtis, aquí y en 'This Old Dog', donde el speech parece recitado por el mismísimo Daniel Johnston.
Los remordimientos se amontonan en 'Into The Sun', donde el peso de la vida debe ser soportado por sus hombros, aún así, tienen tiempo sintético para que su mejor versión aflore e intenten dejar por el camino promesas infundidas y deselealtades varias, patadas de la vida que giran en círculos oscilantes con la única salida salida conocida que es 'Creatures', simplificación de lo absurdo de los problemas e idealismo tecnócrata utópico que, futurista o no, enfatiza un momento de furia sin ni siquiera salir de la fábrica de sus sueños, volviéndose estos más y más tenebrosos cuando 'Shooter' sintoniza con una corriente de rock, amén de una psicodelia embebida de dream-pop elocuente, cuya yuxtaposición de energías se convierte en una jam session idolatrada por una reválida con la que alcanzan su punto más álgido, logrando inmiscuirse en los 60's y atropellar las buenas formas del resto de décadas asaltantes.
La película que se monta 'Best In Show II' influye en los prolegómenos proletariados de 'Secret Canine Agent' y su egocentrismo radiado y endiablado, magia negra puesta al servicio de la pesadumbrez canibalística de 'I Feel Alive', en la que el tempo les obliga a sacar su yo más sensualmente correcto, aprovechando el piano para hacer clic en nuestras mentes y ponerse a punto con el pie cambiado, honor que el baile de connotaciones ochenteras corresponde al subconsciente corista de 'Girls And Boys', apoderándose del punk en primera persona para sobrevivir al fuzz animalístico que desprende, corriente defenestada por la suavidad de caballeros de 'To The Country', aunque lo de soltar la botella de whisky es algo que queda para otro día por aquello de que sino, el tormento del jazz, de tintes americanos al que solo le falta ondear la bandera y distorsionar con la trompeta el homenaje a los caídos, perderían el sentido por 'In Spite Of Ourselves', reclamación a puerta cerrada de su nostalgia, con Amy Taylor (Amyl And The Sniffers) y una luz que cala hondo en el mundo del country, como el amor de idas y venidas que esta balada pirómana necesita para aliviar el dolor inhumano que infunde.
📷 Fredrik Bengtsson