El álbum debut de
Catcher,
"The Fat Of A Broken Heart", suscribe cada una de las palabras a las que me refería para definir esa bestia del post-punk que es
'Comparing Saviors And Friends', continuando su descompostura
'A Good Man', cuya depresión lírica, letargada por referentes como
Marching Church, se aclara la voz ante el correctivo que le aplica la instrumentación, emergiendo la figura de
Iceage y un éxodo maldito de riffs cuya lava de garage y noise, repercuten en el sufrimiento de
Austin al micrófono, rompiendo sus historias por el entramado de fuzz de nueva ola que ataca a sus nervios y a los de
'Hunger', yéndose los de Brooklyn a terrenos vecinales como
HONEY o cruzando el charco,
Tunic o
Bad Breeding, para seguir campando a sus anchas mientras agasajan al respetable con un ejercicio de abrasamiento impuro, que les lleva directos a los infiernos de
'Behind A Bleeding Heart', donde, olvidándose de la pausa lucrativa que durante un instante les hace dudar, se aferra a la distorsión para vencer a sus miedos, fantasmales entorno a
ILL o psicodélicamente mentales, presentes también en
'Yesterday's Favorite', notándose la crispación de no poder remediarlo a tiempo, incluso en esos tempos ambientales que no dan tregua ni cuando sus miradas tienden a mirar hacia atrás en vez de para adelante, regocijo sobre el que baila una
'Fallen Stones' cubierta de una capa dulzona y atrevida, que no esconde los entresijos de un interior todavía desolado, al que ni los alaridos liberan de su amargura.
Tras el vendaval que lo cambió todo, 'The Skin' calma las aguas con un paseo de cowboys, en el que la soledad sigue enturbiando, cordalmente hablando, un camino de espinas que, solo su oda a Cloud Nothings, trae alguna que otra rosa, vorágine que no sucumbe a los encantos del 'Only Advice' que se llevarán a la tumba, desescalada cromática en bucle cuya culpa, todavía les carcome las entrañas, incluso desde el más allá en el que 'Cluster Flies' conlleva un fanatismo tal, que solo calma sus ánimos a base de ese sentimiento gótico del sur, en el que lo fantástico invade una existencia poliglota cuyo fondo de pantalla dibuja a esa fuerza de la naturaleza que es Kim Gordon, embebida tanto en su traje en solitario como en el de Sonic Youth, algo que podría destronar a 'Atlas Pissing' de ese final soñado, nada más lejos de la realidad, gracias a agarrar el toro por los cuernos y cabalgar sobre un ruidismo experimental cuya locura supera a cualquier hito que pudiera marcar la hipotética combinación lasciva de (Thee) Oh Sees y King Gizzard & The Lizard Wizard sobre un escenario.
📷 Lily A. Burgess